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Filatelia - Reyes, Príncipes y Duques - por Ignacio A. Ortiz Bello - Junio 1988
El coleccionismo de sellos es algo tan ilimitado, tan ligado a la imaginación y a la creatividad, que cuando estoy a punto de no saber qué tema tratar -para no repetir un tema ya tratado en casi 150 artículos aquí aparecidos-, llega alguien a mi oficina filatélica y me muestra su colección de sellos, con una temática que agrega algo más a lo que hasta el momento hemos visto o imaginado.

       Mi cliente, además de mostrarme su colección de sellos me recitó, sin siquiera coger aliento, sus tres o cuatro nombres bautismales, seguidos de un montón de apellidos y una larga disertación para que yo supiera que él pertenece a familias del "más alto abolengo". Tras todo esto, mi paciencia fue bien retribuida al permitirme ver su colección, pulcramente montada en hojas tamaño holandés, cuadriculadas en color café claro, para carpetas de 18 anillas, con finas líneas doradas creando un marco, y las descripciones de los sellos hechas a mano por un diestro calígrafo o pendolista.

       Después de pasar bastante tiempo viendo una gran cantidad de sellos y leyendo las extensas descripciones de los mismos, disfrutando del trabajo de un apasionado por la realeza y los sellos, se reafirmó en mí el concepto de que la filatelia sirve para disfrutar y materializar cualquier gusto, lo mismo para el que colecciona trenes en sellos porque labora en el sector ferroviario, como el que colecciona sellos dedicados a la medicina porque es médico o alguien como este coleccionista, que en su colección de sellos refleja sus "ínfulas de realeza".

       Como nadie tiene el derecho a decirnos qué coleccionar y mucho menos a limitarnos en las maneras de coleccionar; como la filatelia es en mucho un desahogo y entretenimiento para el descanso mental, cuando uno contempla una colección tan elaborada, se hace interesante, nos cautiva y mediante ese embrujo de las cosas que no se ven a diario, nos ilustra sobre personas y acontecimientos que luego nos ayudan a comprender un poco más la realidad, el mundo en que vivimos.

       No puedo confesarme ignorante del mundo de la nobleza, soy de los que leen muchas revistas y en ellas se entera uno de todo lo que acontece a las no pocas familias nobles o reales que aún quedan; pero, qué va, este coleccionista ha vertido tantos datos genealógicos, heráldicos e históricos en su colección que deslumbran al más frío o calmado lector de las descripciones de Carlos y Diana de Inglaterra, Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Balduino y Fabiola de Bélgica, Raniero y Grace de Mónaco, Juan Carlos y Sofía de España y, claro está, Enrique y María Teresa de Luxembrugo, joven cubana con la cual él está emparentado.

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 41 - Junio 1988 - Número 6


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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus