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Click para ver más grande Estás leyendo parte de la revista de Febrero de 1961
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El capitán Edward V. Rickenbacker se ha distinguido tanto en el campo de la aviación como en el del automovilismo. Antes de la Primera Guerra, llevó a cabo trabajos experimentales con automóviles y participó en carreras. Durante la Guerra, se hizo famoso en combates aéreos, y derribó 22 aeroplanos enemigos. Posteriormente, fabricó automóviles, tomó parte en las competencias de Indianápolis, e ingresó en el campo de la aviación comercial. Ocupa ahora el puesto de Presidente del Directorio de la Eastern Air lines. Capitán Edward V. Rickenbacker
El Momento Culminante Por el capitán Edward V. Rickenbacker
EN OCASION DE UN VIAJE a través del Pacifico - durante la Segunda Guerra Mundial --, en cumplimiento de una misión delegada por el Ministro de Guerra, se le agotó la gasolina a nuestro aeroplano, y caímos al mar.
Por más de tres semanas, mis compañeros y yo estuvimos a merced de las olas. Carecíamos de agua y comida, y nada nos protegía de las inclemencias del sol abrasador ni de la corrosiva agua del mar. Ya había muerto uno de los ocho que formábamos el infortunado grupo. Después de 24 horas, nuestras tres balsas se habían separado.
Fue en el atardecer del vigésimo tercer día cuando divisamos dos aviones que se aproximaban. Nos sentimos frenéticos de alborozo ante la perspectiva de ser al fin salvados. Agité mi viejo sombrero desesperadamente; pero los aviones, que volaban tan sólo a unos cuantos metros sobre el agua, pasaron a unos tres kilómetros de la balsa, y desaparecieron en el poniente, donde el sol ya empezaba a ocultarse.
Poco después, sentimos otra vez el maravilloso y ansiado rugido de motores; pero más cerca que la vez anterior. ¡Eran los mismos aviones! Uno de ellos siguió adelante, mientras el otro descendió bruscamente, pasando por encima mismo de la balsa. Comenzamos a gritar como locos. El avión se hallaba tan bajo que pude ver la expresión en la cara del piloto. Sonreía y nos hacía senas con la mano.
Una vez recobrada su posición horizontal, el aeroplano amaró cuidadosamente en las obscuras aguas del océano. Después de deslizarse por algunos metros, el piloto apagó el motor. Sin esperar un momento más, me acerqué remando y me aferré al pontón. El radiotelegrafista descendió para ayudarme, y el piloto unió su esfuerzo. Recuerdo que advertí lo apuestos y nobles que eran, y lo orgulloso que me sentí de ser su compatriota.
El piloto, el ya desaparecido teniente W. F. Eadie, de Evanston, Il1inois, y el radiotelegrafista, L. H. Boutte, de Abbeville, Louisiana, levantaron hasta la cabina a Hans Adamson que tenía la espalda lastimada. Como quiera que en el avión sólo había espacio para un pasajero, no me cabía la menor duda de que John Bartek y yo tendríamos Que quedarnos en la balsa; pero el piloto dijo con naturalidad: "Capitán Eddie, ustedes también se vienen con nosotros". Eché una mirada a la cabina y repliqué: "¿Dónde?" El sonrió y contestó: "Sobre las alas".
Pronto recibimos la gran noticia de que la tarde anterior habían recogido a nuestros compañeros .Cuando al fin alcanzamos el bote PT de la Marina, el primer pensamiento que acudió a mi mente, al posar mis pies sobre la cubierta de un barco de los EE .UU. , es que eso era lo que más se acercaba al placer de hallarme de regreso en la patria.
Todo lo que pudimos decir es "Esto es la gloria" ..."Gracias a Dios" y "Bendita sea la Marina".
Capitán Edward V. Rickenbacker

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 29 - Febrero 1961 - Número 2



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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus